Hola a tod@s!! ¿Qué tal el verano…o invierno?, desde según se mire :) Nosotros hemos pasado unos días en Torrevieja, donde Ian estuvo algo nerviosete ya que se llevó la play y como en casa hace un par de años que ya no daba problemas con ella, me relajé y no le planifiqué los juegos durante la semana de vacaciones. Error que nos pasó factura un par de días hasta que me puse las pilas.
Además de la semana de vacaciones en Torrevieja, Ian ampliará este año el descanso hasta el 6 de septiembre. De manera que se ha convertido en mi guardaespaldas, el mejor y más guapo guardaespaldas que he conocido. Bueno, tampoco es que haya conocido muchos jeje, aunque, por supuesto, la balanza siempre estará del lado de Ian ;)
Vamos juntos a todas partes, le encanta subir delante en el coche conmigo, poner música en el Bluetooth o simplemente escuchar la radio e ir a hacer recados. Su hermana y él han de turnarse los viajes cuando vamos al pueblo a comprar los tres juntos. Hasta ahora Ian no decía que quería ir delante y su hermana era siempre la copiloto, pero el otro día me comentó si podía ir delante aunque estuviera su hermana y a mí me emocionó escucharle, especialmente por la forma en que lo hizo.
- - Mamá, ¿puedo sentarme yo delante también, aunque esté Laura?
- (Sabía a lo que se refería pero me sorprendió y traté de tirarle de la lengua)
- - ¿A qué te refieres?
- - ¿A qué te refieres?
- - A que ella siempre va delante y yo también quiero ir.
- - ¡¡Por supuesto que sí!! El mismo derecho tienes tú que ella. Pero como nunca dices nada y esperas en la puerta de atrás a subir al coche, pensábamos que te gustaba ir detrás. (Y quedamos en repartir los trayectos que hiciéramos)
Incluso ahora controla la cantidad de viajes para que compartir el asiento delantero sea algo equilibrado.
También vamos a caminar cada tarde los dos y hemos descubierto una familia de ranitas que son una monada y que no tengo idea del porqué están viviendo en un lugar donde no hay agua. Al menos que veamos, pues ellas, cuando pasamos, se esconden en una grieta gruesa que hay en el suelo, donde tal vez encuentren la humedad que necesitan.
Y, además, y este es el objetivo de esta entrada, seguimos atareados con las obsesiones, pues no solo trabajamos con la que os he ido narrando, la cuál diría que tenemos neutralizada, no erradicada; pero creo que hemos avanzado mucho en ella. Os cuento...
Para refrescaros la memoria al respecto, os explico un poco…Ian iba limpiando el camino y alrededores de nuestra casa en el campo, de papeles, bolsas, ramas y de cualquier cosa. Le daba por traérnoslo a casa para quemar y decía que era de casa de los yayos, pero un día nos dimos cuenta que se iba a los bancales vecinos a recoger todo lo que consideraba que no debía estar allí. Y esto iba en aumento. Un día, incluso nos trajo un tendedero que alguien había quemado, diciendo que era de los abuelos, pregunté a mi cuñada y no era verdad, llegó a desmontar y traer un aparato nuevo de mi suegro que había comprado para acabar con la plaga de los picudos que afecta a las palmeras. Mi suegro se volvió loco buscándolo un día hasta que cayó en la cuenta de que igual lo había cogido Ian. O vaciaba alguna caja de cartón que mi suegro utilizaba para guardar algo y la traía para quemarla. Cuando realmente nos dimos cuenta, la cosa se había extendido y descontrolado con estas cosas, ya que empezó con algunos papeles y poco a poco iba trayendo artilugios como los comentados.
Tras las primeras medidas (explicadas en este blog) hubo una descenso en la obsesión, pero se volvió a descontrolar al venir de un viaje con los compis de Aspali y vi la urgencia de buscar otra alternativa. “Si no puedes con tu enemigo únete a él” reza un sabio dicho. De manera que readapté la situación para volver al ataque y tratar de canalizar su obsesión en cuanto a la recogida de basuras del camino y sus alrededores.
La nueva norma era que, a partir de aquel momento, podría recoger basuras solo del camino de casa, con un guante, una bolsa de basura y conmigo a su lado, y SOLAMENTE los domingos por la mañana, después de organizar las cosas en casa. De esta manera intentaba cerrar posibilidades a la creciente ansiedad que le dominaba. Por medio de historias sociales activas le fui explicando que lo que hacía no era correcto y podía tener consecuencias graves. La nueva medida terminó, de un plumazo, con seis días de obsesión por su parte, pero me doy cuenta que no puedo erradicarla del todo, ya que todavía no está preparado para ello.
Esta última medida la cumple a rajatabla desde el principio. Por un lado sigue teniendo una vía de escape para calmar el ansia que le genera esta necesidad, y por otro hemos podido reducir en gran medida los quebraderos de cabeza que nos estaba causando su obsesión. Es más, ha habido algún que otro domingo que, curiosamente, ni se ha acordado de esta labor de recogida.
A unos veinticinco metros hacia abajo, conforme salimos de casa, está la carretera principal y más peligrosa (que era lo que más me preocupaba) y a unos seiscientos o setecientos metros hacia arriba, hay otra carretera interna que lleva a distintas casas de campo, peligrosa también, pero por donde los coches suelen circular más despacio, que nos lleva al pueblo también y que está a unos tres kilómetros de casa.
Estas fotos de abajo, son del día que fuimos a limpiar ese camino de seis o setecientos metros arriba.
Siguiendo con la entrada del blog, pues esto me supera… Aparte de haber logrado canalizar la obsesión a los domingos, he podido observar cómo, cuando vamos a caminar cada tarde, por un lugar que hace unos tres años parecía paradisíaco, observamos que en estos momentos, desafortunadamente, está totalmente abandonado y sucio, como se puede apreciar en las fotografías de abajo. Y a pesar de ello ahora Ian ha logrado no angustiarse por ello.
Estas fotos de abajo, son del día que fuimos a limpiar ese camino de seis o setecientos metros arriba.
Ian quedó feliz y yo contenta también, contribuir en la
limpieza de la naturaleza nos dejó a los
dos una sensación de bienestar que no tiene precio.
Es increíble el poco civismo que hay hoy día con respecto al
medio ambiente. El ser humano es terriblemente destructivo con su propia
naturaleza. Todo lo ensucia y destruye, con incendios, con basura… Me duele
mucho ver esta faceta de mi propia especie o tal vez sería mejor decir: esta
característica neurotípica, que desde luego, y como se puede apreciar en las
últimas entradas de mi blog, nada tiene que ver con las características de mi
hijo.
Todavía recuerdo cuando había que llevar el casco de una
cerveza para que te vendieran otra, o llevábamos capazo o el carro de la compra
y no necesitábamos bolsas. O cuando en lugar de tirar los objetos rotos, ¡¡los
arreglábamos!! La naturaleza nos lo agradecía con un su exuberancia y aroma que nada
tiene que ver con el que, muchas veces, nos tropezarnos ahora ¿Qué nos ha
pasado para boicotearla de esta manera? Y lo que es peor… ¡¡¿Cómo puede haber
gente que se divierta quemando bosques?!! ¿¡Se puede urdir un atentado más grave
a la humanidad que ese!? Atentado del que no se escapan ¡ni los propios
pirómanos! ¿Se puede ser más inconsciente? Me produce una tremenda preocupación
y tristeza observar la facilidad que tenemos los seres humanos para destruir
todo lo bello que nos rodea….
Y me vais a perdonar, pero es que ha sido un verano
realmente crudo en este aspecto. Incendios descontrolados que han arrasado
miles y miles de hectáreas en muchas partes, entre ellas, España especialmente,
que se han llevado por delante ¡¡vidas humanas!! ¡¡Dios mío qué horror!! También
la fauna y flora, algo que normalmente no se comenta; seres vivos que también
son necesarios para el equilibrio del ecosistema y que pierden su vida por un
descuido, el loco de turno, un enfermo, o algún oculto interés económico.
¡¡Cuándo vamos a despertar y a darnos cuenta de que si destruimos la naturaleza
nos destruimos a nosotros mismos!!
Desgraciadamente hay algunos suicidas entre nosotros que no
se conforman con desaparecer ellos solos, sino que pretenden arrastrarnos a los
demás hacia un sacrificio inútil.
Siguiendo con la entrada del blog, pues esto me supera… Aparte de haber logrado canalizar la obsesión a los domingos, he podido observar cómo, cuando vamos a caminar cada tarde, por un lugar que hace unos tres años parecía paradisíaco, observamos que en estos momentos, desafortunadamente, está totalmente abandonado y sucio, como se puede apreciar en las fotografías de abajo. Y a pesar de ello ahora Ian ha logrado no angustiarse por ello.
Cuando empezamos a trabajar esta obsesión, caminar por un
sitio así, se convertía en un imposible.
Su actitud era cabizbaja, su mirada escrutadora. De reojo, controlaba, con
enorme ansiedad, a diestra y siniestra, cada papel o broza con la que tropezaban
sus ojos, mientras que un sentido nervio, que a duras penas podía controlar, se
hacía evidente en la rigidez de su postura y en el tono de sus comentarios.
Ahora, solo comenta, de vez en cuando, en nuestra caminata diaria:- ¡Mira que
la gente es guarra! Esto lo limpiará alguien ¿verdad? A lo que le contesto que
sí, que algún día, el ayuntamiento, tendrá que enviar alguna patrulla de
limpieza a esa zona del polígono para que deje en condiciones aquel paseo que
hacía las delicias de los transeúntes. Entonces él sigue con la cabeza alta
mirando al frente y caminando y hablando con normalidad.
Es por todo lo dicho que considero que hemos avanzado mucho
en este aspecto. Pero como he comentado
antes, no solo hemos trabajado este problema, pues Ian tiende a convertir todo
lo que vive en una obsesión (algo por otro lado habitual en TEA). Ha habido otros como: dejar de subir cada cinco
minutos a casa de los abuelos, que están en verano un bancal más arriba. Dejar
de ir a cada rato al buzón del taller para ver si está limpio o si hay algo. Dejar
de llenar vasos de agua de la máquina del taller para todo el mundo etc.
Una de las frases que más dice al día es: Yo soy el dueño de
mi mente y digo NO a la obsesión. ¿Es así mamá? Sí cariño, ¡¡muy bien, tú
puedes!! Le respondo. Otras veces me dice:- ahora me están entrando ganas de ir
por los bancales, entonces digo…(y vuelve a repetir la frase).
En este momento vamos a ir unos centímetros más allá,
readaptando su respuesta a la incisiva obsesión que le atormenta con una sola
palabra: FUERA (con contundencia), sin más, y tras decirla que piense en algo que le guste,
apartando de su pensamiento la ofuscación.
Tras este tiempo de trabajo con las
obsesiones de mi hijo, vuelvo a reafirmarme en que si los padres tenemos la
función de alerta en modo encendido en nuestras mentes, gracias al conocimiento
que tenemos de la personalidad de nuestros hijos, vamos a poder observar en qué
se van a atascar, fulminando desde sus inicios cualquier obsesión, mientras les
explicamos el porqué no ha de llevarla a cabo, evitándonos así muchos problemas
a todos, pues al coger una obsesión en sus inicios y ayudarle a comprender el
error de la misma, canalizarla o incluso prohibirla ayudará a que no se
arraigue ni se extienda en el tiempo.
Bueno, ¡¡espero no haberos aburrido con tanto texto!!
Un abrazo a tod@s
Gracias por compartir toda esta información personal Aurora!
ResponderEliminarDe nada! es un placer hacerlo y si puede ayudar en algo mucho mejor!!
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