La inocencia del Síndrome de Asperger.
1ª Anécdota
Aquí os dejo dos anécdotas portagonizadas por mi hijo.
Hace algún tiempo, al sentarnos a la mesa a medio día, oigo discutir a Ian y a su padre:
Ian. - ¡Yo no tengo la culpa, ¡la culpa no es mía!
Antonio. - ¡No, pues a ver... Ahora será mía, y eso que no estaba!
Ian - Pues vale, es tuya, pero mía no - le replicaba enfadado.
- ¿Qué pasa? - quise saber.
Antonio. - Pues que los mecánicos necesitaban una botella de plástico vacía para ponerle aceite y echárselo a una máquina. Han cogido una de las que Ian rellena de limpiaparabrisas y cuando han terminado con la botella la han dejado en el suelo. Como tu hijo es tan metódico y está tan pendiente siempre de dejar todo en su sitio, al verla en el suelo la ha cogido y se ha puesto a llenarla de limpiaparabrisas.El problema es que como tenía restos de aceite los mecánicos le han llamado la atención, diciéndole que ¡NO LA LLENARA DE LIMPIA!
Visiblemente molesto, serio y contundente Ian nos volvió a decir:
Ian.- ¡Que yo no tengo la culpa, hombre!, ¡que la culpa es del chachacha!
En aquel momento tenía la boca llena y casi me ahogo por la risa. A Antonio, que estaba bebiendo, le pasó tres cuarto de lo mismo, sobre todo por lo serio y convencido que estaba él al echarle la culpa al chachachá.
Lo cierto es que Ian tenía razón. Nadie le había avisado de que aquella botella iba a quedar inservible al ponerle el aceite (Algo necesario para él por sus características y a él no se le ocurrió preguntar qué estaba haciendo en el suelo, así que cuando le regañaron y él se defendía diciendo que no era culpa suya, los mecánicos le dijeron con clara ironía:
- ¡No, claro! la culpa es del chachacha.
Y él que no comprende las ironías, tampoco conocía la canción e ignoraba que esa frase se ha convertido en un dicho popular, por lo visto debió pensar:
- Pues vale, será de ese tal chachachá (que no tengo ni puñetera idea de quién es), ¡pero mía no!
2ª Anécdota:
Otro día estábamos Ian y yo esperando en el coche a Laura, mi hija que había ido a por el pan.
Yo estaba ensimismada, con las manos en el volante y mirando al horizonte.
Ian estaba a mi lado preguntándome, con esa insistencia que tiene para las cosas que le interesan, si cuando llegáramos a casa le iba a dar el móvil (su pasión, le encanta ver videos musicales en youtube).
Lo siento pero no, le dije, antes tendrás que hacer lo que te he dicho. Se lo dije sin mucho entusiasmo, como quien tiene pereza hasta para hablar.
- Pues me lo vas a dar- dijo mirándome con mala condinga.
- Pues me vas a disculpar pero no, le dije con la misma desgana. Y entonces va y me suelta:
- Me lo vas a dar con dos cojones - remarcando con su voz la palabrota y muy enérgico.
Sin inmutarme y sin siquiera mirarle le dije:
- A no... lo siento, pero yo con dos cojones no te doy nada.
Su actitud cambió de forma radical y me dijo con tono de preocupación:
-¿No? ¿Y con uno mamá?
Bueno, pa qué contaros...casi me parto de risa y me lo como a besos.
De vez en cuando tiene estas cosas tan inocentes y ¡maravillosas!