Tras la cena, Antonio buscó y rebuscó por los armarios hasta encontrar lo que quería y convertirse en Antonia. De esta guisa fuimos, él y yo, a terminar la Noche Buena a casa de unos amigos y darles la sorpresa de su transformación.
Como era de esperar las risas, bromas y cachondeo salieron a recibirnos, pues es lo que tiene tener un marido con una creatividad tan irresistible jajajajajaja.
Nada más sentarnos a la mesa, la nueva madre de Ian, (mi marido) se unió a la consumición gigante y colectiva que rondaba por la mesa, ataviada con sus joyas y maquillada hasta las cejas.
Lo pasamos genial, ¡como era de esperar! volviendo a casa a eso de las 4 de la madrugada.
Al día siguiente era el día de Navidad, mi cumpleaños y, como siempre, lo pasé entre fogones, preparando la comida para la familia (aunque tal vez sea mejor que vaya pensando en otra forma de celebrarlo!! jeje).
De nuevo fue la mesa la que nos volvió a reunir, como suele pasar en estas fechas.
Y aunque todavía habían algunos desperdigados por el salón, otros ya estaban calentando asiento para meter mano a las gambas, antes de que se enfriaran.
Y qué era lo que iba a pasar tras la comida, pues que como buen hijo de su padre Ian, imitando lo que había visto la noche anterior, se puso una peluca y unos pendientes. Algo que nunca había hecho, a no ser que hubiera una fiesta de disfraces de por medio!!
Dos insignificantes cosas le hicieron divertirse de lo lindo durante un buen rato, jugando con sus tíos y provocando las carcajadas de todos los presentes.
Y en ello estamos, entre fiesta y fiesta y tiro por que me toca. Veremos qué nos depara la Noche Vieja!!!
¡¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO A TOD@S!!!