Hola a tod@ s esta
entrada es para compartir algo de lo que no hace mucho me he dado cuenta. Mi
hijo es un gran discutidor...Sí, ya sé que muchos diréis lo mismo, pero es que
a Ian ¡le encanta!
Hace un par de
meses me pasó lo mismo con Laura, mi hija, estábamos en plena discusión de tira
y afloja y de pronto un gesto por su parte y unas frases que nada tenían que
ver con su forma de pensar y de sentir me hicieron darme cuenta de que ella estaba
discutiendo porque se lo pasaba ¡PIPA!
Al decirle:
- Laura, ¡¡¡estás
disfrutando!!! - me dice:- SIIII!!! En un tono que llevaba implícito un ¡GUUAAA!
me lo paso en grande.
Ser consciente de
esto me ayuda a frenar con más efectividad las discusiones en las que pretende hacerme
zozobrar.
Y es que no es lo mismo discutir
por desavenencias en cuanto al pensar y sentir que discutir
¡POR
EL GUSTO DE DISCUTIR!
Un dato que
considero importante para que estemos alerta y descubramos qué es lo que
realmente motiva a nuestros hijos a meterse en discusiones y que se suelen
acrecentar en la adolescencia.
En Ian me ha
llevado mucho más tiempo darme cuenta, ¡22 años! Entre otras cosas porque es
menos expresivo a nivel gestual y verbal. Pero, al fin he podido darme cuenta
del porqué de muchas de esas incoherencias que en determinados momentos se
empeñaba en defender. Y que me hacían sentir totalmente confundida, ya que
cuando a mi hijo le das opciones a elegir, siempre elige la mejor, mostrando así
su sensatez. Virtud que en aquellas determinadas discusiones no se observaba
por ninguna parte; pues cuando trataba de aportarle información para sacarlo de
su error, él la rechazaba de todas, todas, sin prestar oído a lo que le quería
aportar, e incluso subiendo el tono con euforia, mientras defendía su postura a
muerte.
Os cuento una anécdota
muy graciosa, gracias a la cual, pude darme cuenta de esto:
De pronto baja Ian
de su cuarto y me dice:
- Mamá, ¿a ti te
gusta Urdangarín? (Yerno de Rey al que están juzgando)
Es un tema que
ha conseguido acaparar su atención por ser televisivo y observar el efecto que
causa en la gente su presencia, sobre todo cuando le increpan diciéndole
chorizo, ladrón etc.
Yo, que
procuro ser neutral en las situaciones y pensamientos que tengo, mucho más
teniendo en cuenta la rigidez mental que caracteriza a mi hijo, le digo:
- Pues, ni me
gusta ni me disgusta, es una persona como cualquier otra.
A lo que añade:
- A mi me parece
una muy buena persona ¿y a ti mamá?
- Pues también,
seguramente será una muy buena persona, pero hay veces que incluso las buenas
personas podemos cometer errores, o hacer cosas incorrectas.
- Dicen que ha
robado. ¿Es verdad?
- Pues…no lo sé
cariño. Es para eso que le están juzgando, para saberlo.
- La gente le
insulta, ¿Por qué le insulta? ¿Y qué es lo que ha robado, un chorizo?
(dejando patente su literalidad y como queriendo decir: ¡¡por un chorizo
se está armando tanto lío!!)
- Jajajajajajaja,
Ian, cariño... la gente le dice chorizo porque chorizo es la manera popular de
decirle a alguien que es un ladrón.
- :), pues bueno,
¡qué robe!, a mí me gusta que robe.
Ian es un
chico que nunca ha cogido ni coge nada que no sea suyo, por lo que esta es una
afirmación que no tiene nada que ver con su forma de pensar o sentir y a la que
yo, de normal, hubiese rebatido tratando de hacerle entender, con frases como: ¡Pero
hombre cómo dices eso..! tú sabes que robar es incorrecto etc. dándole, sin darme
cuenta, la cuerda que él necesita para entrar en discusión, repitiendo una y
otra vez, contra toda lógica, que a él le parecía muy bien que robara. Sin
embargo, aquel día opté por decirle:
- ¿Sí?, bueno, pues
es tu opinión. Mi opinión es que robar no es correcto y no me apetece hablar
más sobre el tema.
Ian se quedó
callado y al cabo de un minuto se acerca a mí y me dice con sensatez y
rotundidad:
- Mamá, robar no
está bien.
Entonces fue
cuando me hice consciente de que lo que hace con ese tipo de afirmaciones
incoherentes y contrarias a la educación que le hemos dado, es mantenerme el
máximo tiempo posible enganchada en una especie de conversación circular donde
nada se aclara y todo carece de sentido. Un disfrute para él que,
desafortunadamente, ha empezado a cambiar:)))
Un par de días después veo que su padre y él
se enfrascan en otra discusión de este tipo y le digo a mi marido:
- Chiqui, relájate,
que tu hijo solo busca discutir contigo.
Antonio se calló e Ian mostró una actitud
muy pícara repleta de gestos y risitas que me hicieron mucha gracia pues, nos corroboró
claramente que el último descubrimiento sobre su personalidad era cierto.
Seguramente esas
incoherencias que él ha utilizado durante todos estos años, han sido la llave
maestra que le habría la puerta hacia una discusión que, de alguna manera, evidencia
la gran necesidad de aprender a poner palabras a sus pensamientos y la gran
necesidad que tiene de saber conversar, algo para él todavía complicado, a
pesar de todo el trabajo que llevamos a cabo con él, desde que descubrimos su
diagnóstico a los 16 años, padres y profesionales.
Espero que algún día encontremos el modo de
ayudarle a expresar todo lo que se arremolina en su interior.
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