Hola a tod@s!!
Para quien no haya leído el resto de entradas sobre la obsesión que estamos trabajando, les animo a
hacerlo o tal vez no lleguen a comprender lo que estoy comentando.
Aquí
seguimos con la obsesión de Ian. Durante cuatro semanas lo llevó realmente
bien, hasta que volvió de un día de ocio con sus compañeros de Aspali (que
siempre suele venir muy excitado) y me lo veo correr como un caballito
desbocado camino abajo.
Le pregunté a los gritos desde el porche:
-
¡¡¿¿Pero
dónde vas??!!
Y me hizo un
gesto con las manos como queriendo decir que le dejara en paz…y volvimos a
empezar L ¡así es nuestra vida!, ¡qué le vamos
hacer! Ian no toma medicación porque cuando la ha tomado ha sido peor el
remedio que la enfermedad, de manera que nos las vamos arreglando con terapias
alternativas que aprendí a hacer hace muchos años para ayudarle y que nos
ayudan a toda la familia. Sin embargo no es un nene, tiene 26 años y con esa
edad es mucho más complicado lograr que entre por las directivas que le
marcamos, pues se va sintiendo cada vez má fuerte y con una personalidad más
hecha, lo que por un lado es bueno pero por otro nos puede complicar muuucho la
vida, sobre todo cuando todo lo convierte en una obsesión.
Hay un dicho
que dice: “Si no puedes con tu enemigo, únete a él” de manera que, ni modo,
como dicen en Sudamérica. No me quedó otra que cambiar de estrategia…
El domingo
se puso muy nervioso porque al volver con el coche había visto algunas cosas en el camino de vuelta a casa y quería quitarlas a como diera lugar. Viendo su desenfreno y alteración y observando todo el trabajo anterior para este menester le dije:
-
Vale,
vamos a hacer una cosa… los domingos por la mañana tú y yo vamos a dar un paseo
por el camino y llevaremos una bolsa de basura y un guante para que, mientras
caminamos un rato, si vemos algo SOLO POR EL CAMINO, podamos recogerlo con las debidas precauciones y meterlo en la bolsa para tirarlo después a la basura.
-
¡¡Vale!!
¿Podemos ir ahora?
-
Sí, hoy es domingo por la mañana...
Salimos por el camino hacia la carretera, que era donde él había visto lo que quería recoger y
las fue recogiendo, después no quiso ir hacia el otro lado del camino sino que dijo:
-
Ya
podemos volver a casa.
Cuando llegó
a casa y tiró las cuatro cosas que llevaba en el lugar donde solemos quemar
hierbas, dio un respiro y dijo:
-
Ves,
ya está.
Y se quedó
muy tranquilo. Estas son las cosas que le tenían tremendamente angustiado!!
Pero hoy ha vuelto a la carga y cuando ha llegado a medio día me pregunta si puede ir a ver
si está el yayo en su casa. Un bancal más arriba. Yo sabía que su intención no
era ver al abuelo y le digo:
-
El
yayo no está. He visto que se acaba de ir.
-
Bueno,
pero déjame ir a ver si está.
-
Voy
contigo…
-
¡No!
-
Vale,
tú quieres ir a ver si está para recoger alguna cosa de la casa del yayo, el
problema es que bajas aquí cubos de pintura y todo lo que encuentras que tú
consideras que no ha de estar allí.
-
No,
no confía en mí. Voy a por una pelota que se me ha caído en el bancal de arriba
del yayo (Una mentira que se ha sacado de la manga).
-
Ya
quisiera confiar yo cariño, la obsesión te está dominando y el bancal de arriba
de casa del yayo no es tuyo, tiene dueño y no podemos ir allí (No ocurriría
nada de no ser por lo tremendamente obsesivo que es, ya que eso le llevaría a
otra cosa y algún día se puede ver envuelto en un problema).
-
Pues
me da igual, yo soy el dueño de mi mente y digo sí a la obsesión y voy a ir.
¿Tú me dejas?
-
(Con tranquilidad) Yo no te dejo.
-
Pues
yo voy a ir porque me sale de los coj…
(Sale)
-
Bueno,
haz lo que creas que debes hacer, pero atente a las consecuencias.
-
(Vuelve) ¿Qué consecuencias?
-
Las
que no te van a gustar. Por ejemplo, que no te ponga el plato de la comida hoy.
-
Pues
me lo pongo yo. ¿Por qué no me quedo sin play o sin ordenador? (Generalmente le hago escoger entre dos
opciones, pero hay veces que no lo considero oportuno, como ha sido el caso de
hoy, pues de haberlo hecho se hubiese ido sin problemas a satisfacer la
obsesión.)
-
Porque
eso en este momento no sería una consecuencia para ti.
-
Iré
esta tarde.
-
Entonces
te quedarás sin ir el viernes a Alicante.
-
¿Podemos
ir el domingo a pasear por el camino?
-
El
domingo sí, pero por el camino. Vamos tú y yo y te voy diciendo dónde puedes coger algún papelillo
del suelo y dónde no.
No hace
mucho, obsesionado con el cartón, entró a la cochera de mi suegro, sacó unas
cosas que tenía mi suegro en una caja y se llevó la caja para hacerla pedazos y
tirarla donde quemamos hierba. El problema de todo esto es que transforma algo positivo como es reciclar y mantener limpio algún lugar en algo que no lo es,
pues necesitara más o menos la caja mi suegro no debe hacer estas cosas. Otro
problema es que, de alguna forma, muchas veces sabe que no ha de hacer ciertas
cosas y las lleva en secreto hasta que nos damos cuenta y han pasado unas
semanas o meses recreándose en esa necesidad que siente de hacer algo obsesivo y después cuesta un enorme trabajo quitarle la obsesión.
En estas
semanas hemos podido frenar dos obsesiones que empezaban. Una gracias al hecho
de darnos cuenta y la otra al trauma que le causó llevarla a cabo la primera
vez. Afortunadamente se le han ido de la cabeza. En la siguiente entrada os
contaré estas dos seguras obsesiones que se quedaron en agua de borrajas. J ¡¡A ver por donde me sale ahora cuando llegue del trabajo...!!
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